31.12.12

2012

El 2012 fue un buen año. Uno de muchos, muchos cambios.

Empecé este año con un evento fabuloso: un festival de metal. Cuatro bandas, ocho horas de música, y grandes amigos. 


Pude ver a mi banda favorita: Orphaned Land. Salté y grité con fuerza las letras de Halo Dies, Norra El Norra, The Birth of the Three, Ocean Land y demás...Al terminar el concierto (1/4), mi mejor amigo fue por cerveza. Regresó corriendo y me tomó de la mano. Sin decirme nada, corrimos hacia el pasillo central. Ahí estaba Uri Zelha, bajista de OL y unos segundos antes había estado Kobi Farhi. Abracé a Uri, me tomé una foto con él y luego abracé a mi amigo. Por su culpa me gusta el metal y él lo sabe. 

2012 fue el año de los conciertos. Además del Festival Farewell con Orphaned Land, Amorphis, In Extremo y Stratovarius, asistí a Opeth, Rhapsody of Fire/ Therion, y Metallica. Cabe mencionar que, como mi hermana también es fan de Rhapsody, adquirimos los pases VIP y conocimos a la banda. Fue una experiencia sublime. Fabio y Tom son personas maravillosas y fue un placer conocerlos y asistir al concierto, donde coreamos a gritos Dawn of Victory, Holy Thunderforce, Unholy Warcry, Lamento Eroico y Emerald Sword, entre otras.

Decía que éste fue un año de cambios y es por lo siguiente. Este año terminé la preparatoria. Dejé mi escuela tras 13 largos años de casi vivir en ella. 



El CEL (Centro Escolar del Lago) era –y sigue siendo– mi segundo hogar. Ahí conocí a muchas personas que influyeron mucho en mi vida, hallé a mis mejores amigos (a quienes, en efecto, cuento con los dedos de una mano), decidí qué quería hacer con mi vida...y un largo etcétera.
La despedida fue...tranquila, creo. Me despedí como yo quería hacerlo: dando el discurso de fin de año. Yo había jurado que escribiría y leería el discurso final y lo conseguí. Cuatro días de trabajo dieron como resultado un texto de cinco cuartillas retomando la historia de mi generación, de nuestros Maestros, del colegio mismo. Mis compañeros lloraron. Algunos Maestros, también.

Así pues, entré a la universidad. Fue un proceso complicado, pues era un nuevo sistema, con nuevas reglas, nueva gente, nueva rutina...Tras muchas, muchas dudas, me convencí de que la carrera que elegí era la correcta. No me veo en otro lado, ésto es lo que quiero.

Por otra parte, decidí abrir mi cuenta de tuiter. Eso representó otro cambio en mi vida. Gracias a esa cuenta, redescubrí a Alberto Chimal y decidí tomar un taller con él.


Alberto ya me había enganchado antes con una de sus minificciones y me sorprendió aún más con El Viajero del Tiempo. El taller fue realmente fructífero. No sólo aprendí nuevas herramientas para escribir, sino que me convencí de que es lo que quiero hacer. Alberto fue –de hecho sigue siendo– un gran apoyo y guía, pues vi en él parte de lo que quiero ser.

Y a partir de Alberto Chimal y tuiter, descubrí a más escritores y conocí a los escritores de mi infancia. Por ejemplo, me encontré a Bef en la escuela y pude contarle cómo su libro Cuento de hadas para conejos marcó mi infancia. Gracias a Alberto conocí a Raquel Castro (su esposa) y su libro Ojos llenos de sombra, con el cual me divertí mucho (además de que se platica muy a gusto con Raquel). Y en la escuela hallé también a Gloria Prado (directora del Departamento de Letras), quien realizó la antología El héroe, la dama y el clérigo, otro de los libros que devoré ¡en la primaria!








No sé si todos entiendan esa emoción, el descubrir, conocer a la persona que escribió el libro o el cuento o la carta que fue fundamental en una parte de la vida. Es algo increíble.

Por lo demás, fue un buen año. Sí, hubo varias caídas en cuanto a salud, estado anímico y, desafortunadamente, un par de pérdidas en la familia, pero creo que fue un tiempo de crecimiento y aprendizaje.

¿Y cómo cierro mi año?
Con gripa, terminando La torre y el jardín, de Alberto Chimal (pa' variar...), aprendiendo a usar un serrucho eléctrico y viendo Cloud Atlas.

Feliz año a todos y que el que viene llegue con nuevos retos. 



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